Las flores y sus colores

Como una bella flor llena de colores, pero sin fragancia, igualmente, sin fruto son las palabras justas de aquel que no las practica.
- Dhammapada 51

La práctica se encuentra en la vida diaria, no en un cuarto silencioso con velas y altares, hablar de la práctica no es lo mismo que ejercer la misma.

Cada vez que nos sentamos a meditar, en cada ocasión que se nos presenta para dar unas palabras de aliento a otra persona hay una oportunidad para generar mérito, para avanzar en la práctica.

Sin embargo, no es para engañarnos pensando que esto es todo lo que se requiere para obtener paz, estos dos son elementos muy importantes y de suma utilidad, pero los mismos tienen su valor únicamente en tanto nuestro corazón resuene con lo que estamos haciendo.

Es de mayor valor un momento de buenas intenciones con una comprensión honesta del sufrimiento de otros que mil horas de postraciones vacías. Cuando la mente y el corazón se unen de forma honesta la paz surge de forma plena.

Las acciones generosas pueden ser vacías en el fondo, inclusive pueden estar llenas de dolor y de odio, sin embargo, una intención honesta impulsada por el amor y la compasión no pueden tener como manifestación una acción vacía ni mucho menos negativa hacia otros seres.

Este tema aparece una y otra vez en las enseñanzas del Dhamma y tiene una razón de ser muy sencilla, no importan todas las escrituras, no importa toda la teoría, recordar listas, nombres, lugares y análisis complejos, lo único que se requiere es llenar el corazón de compasión y entregarse a este sentimiento, todo lo demás llega por añadidura, la paz de otros seres y la paz interna. Es tan sencillo, que vale la pena intentarlo.

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