Las etiquetas son para la ropa

Recientemente me encontré esta imagen, no se quién la creó, una de las desventajas de la anonimidad de internet, sin embargo, esto no le resta validez al mensaje.
Catalogar y clasificar las cosas es una actividad humana tan común como cualquier otra, su uso es de gran utilidad ya que nos permite comunicarnos y comprender las cosas, sin embargo, muchas veces perdemos de vista su razón de ser, llegamos a extremos y esta práctica se vuelve en nuestra contra.

Cuando clasificar se vuelve juzgar, cuando utilizamos lo que inicialmente era una simple descripción para separarnos de otros seres, cuando pensamos que algunos rasgos superficiales o funcionales significan que somos distintos y aún más, superiores a otros, esta herramienta tan útil se vuelve en nuestra contra.

La opresión de grupos llamados minorías se ha fundamentado en este principio durante mucho tiempo, sean grupos étnicos, geográficos, por edad, genero, preferencia sexual o cualquier otro.

Es fácil señalar y reprimir cuando se considera que se tiene el derecho a hacerlo, cuando se piensa que hay una ventaja que nos justifica para tal fin, y es quizá igual de fácil odiar a aquellos que nos han reprimido o hecho daño.

Existe un principio fundamental en el Dhamma que nos enseña a no juzgar, a no clasificar, a no perseguir ciegamente las cosas, este principio nos explica la inutilidad de andar por la vida clasificando y señalando, y es que no se llega a nada con esto, solo se crea más sufrimiento, esto es Tanha, es sed, es deseo.

Cuando exploramos las razones por las cuales nos sentimos en la necesidad de clasificar al presidente por un nuevo mandato, a la estrella de cine por unas palabras que dijo en una entrevista, por llamar de cierta manera al vecino por tener la música a un volumen alto domingo por la mañana cuando todo lo que uno quiere es dormir, todos estos momentos son apego, apego una idea de bienestar, son nuestro propio sufrimiento expresándose.

Quizá no resulte fácil ver como es lo mismo clasificar al presidente por un nuevo mandato y a un grupo religioso por un acto de violencia, pero cuando meditamos con calma y exploramos nuestras emociones esta relación surge a la luz claramente, es el ego el que habla, es nuestra propia forma de ver las cosas y nos impide ver el sufrimiento de la otra persona, del otro ser, nos perdemos en nuestras propias ideas e imposiciones ante la vida, la sabiduría nos enseña a tomar acción cuando es necesario, sin sufrir por esto. Cuando un mandatario lleva una acción que perjudica al pueblo o cuando un grupo extremista lleva a cabo un acto violento es necesario actuar, es necesario reaccionar por el bien común, pero esto no significa que tenemos que reaccionar inconscientemente, no es necesario sufrir por esto.

Me gusta, no me gusta, me duele, me da placer, tengo frío, tengo calor, estoy feliz, estoy triste... todas estas son formas de juzgar.

La atención plena del momento o Sati tal como lo practicamos durante la meditación no busca crear una mente en blanco, o un ser autómata que pasa por la vida, por el contrario, busca brindarnos la libertad de ver las cosas tal como son sin caer en el juego eterno de perseguir una fantasía inalcanzable.

No es necesario reaccionar.

Existe sufrimiento en aquel que señala y existe sufrimiento de aquel que fue señalado, cada vez que alguien lleva acabo un acto que consideramos injusto es una oportunidad más para practicar la compasión yendo mas allá del ego y del sufrimiento personal, manteniendo conciencia plena en el momento, observando la mente y todo lo que en ella ocurre.

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